La construcción es sencilla de aire neoclásico, pero en su interior alberga bellos retablos y varios lienzos notables, algunos de los cuales son de Antonio de Torres, pintor mexicano de los siglos XVII y XVIII.
Aloja, también, múltiples recuerdos de Evaristo Madero (quien nació en Río Grande, Coahuila y Texas, pero vivió y laboró gran parte de su vida aquí) y de Francisco I. Madero.
Es aquí donde estaba la Hacienda del Rosario, adquirida por el primero a fines del siglo XIX. En ella residió este personaje y desarrolló una parte de sus empresas. Al paso de los años, la hacienda se fragmentó y ahora sus casas y dependencias han quedado dispersas dentro de esta zona del pueblo.